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lunes, 13 de agosto de 2012

LA NATA DE LA LECHE PROGRESISTA

Lo veia como su sucesor. Parecia 
demasiado  arriesgado, pero no
 para quien  habia concretado su
 popularidad  a fuerza de un 
periodismo militante
 siempre del lado del poder…

Bernardo Neustad lo vaticinó antes que nadie. Preguntado a quién veía como su sucesor,  respondió arrojando su nombre, entonces emblema del periodismo progresista. Parecía demasiado arriesgado, pero no para el ojo avizor de quien había concretado su popularidad a fuerza de un periodismo militante siempre del lado del poder, de las frases falaces y contundentes pero con buen envoltorio publicitario y un permanente acomodo a las circunstancias. Su sucesor ha recorrido un largo camino. Ingenioso,  aportó un aire desacartonado al periodismo con la innovación que significó Página 12 que luego trasladó con rasgos propios a la radio y la televisión. Mezcla de periodismo con recursos histriónicos, acercó en televisión a una franja de televidentes jóvenes.

En la segunda década infame su discurso de la antipolítica sintonizaba con el desprestigio que el menemismo arrastró a la política, instrumento insustituible para el cambio de las sociedades. Fue su momento de máximo prestigio. Su ego se infló y nunca volvería a adelgazar. Sintetizó en su persona al denunciador impoluto, al fiscal y al juez. El periodista, el que reflejaba lo que pasaba, era más importante que los protagonistas a los que apostrofaba, disminuyendo su importancia mientras incrementaba la suya.

Según sus propias declaraciones, renunció a Página 12 cuando la compró Clarín. Consideraba en 1994,  incompatible su trabajo en los dominios de Magnetto- Noble. En televisión, decidió dejar su programa en manos de sus amigos Paenza- Tenembaum- Zlotowiazda. El 20 y 21 de diciembre lo encontró lejos de la televisión y en el extranjero. Volvió raudo, se peleó con sus amigos por la titularidad del programa, y transmitió desde el parque Rivadavia la “revolución de las asambleas.” En aquel clivaje de la historia argentina con dos mensajes contradictorios, él recogió lo que había predicado: la antipolítica sintetizado en el “que se vayan todos.”

El arribo del kirchnerismo y el renacer de la política lo dejó en posición adelantada. Intentó volver al estrellato  con el diario “Crítica” una remake precaria y mediocre de Página 12 en donde fue cediendo su participación accionaria a manos de un conocido especialista en vaciamiento de empresas, con el que se asoció porque necesitaba de sus fondos para continuar, mientras mendigaba apoyos en la embajada norteamericana como consta en WikiLeaks. Tal vez porque su fulgor periodístico empalidecía, integró el elenco de una revista porteña, donde con el pretexto de hacer lo suyo, interpretaba un patético monólogo en un escenario poco propicio.

Se fue de “Crítica” meses antes del cierre de la aventura, que dejó una estela de trabajadores en la calle. Algo parecido había sucedido años antes en su portal de Internet, a través de la experiencia de  Data 54 y su quiebra individual en la revista XXIII, donde sostiene que fue engañado. Su estrella se apagaba y anduvo por Canal 26 en un programa donde lucía herbívoro y desmotivado, con un resultado precario previsible.
 Desapareció de los medios locales y realizó algunas experiencias televisivas internacionales con cierto éxito. Volvió con columnas en el “periodismo puro” de Perfil y luego en la prensa amarillista e infame del diario “Libre” de la misma editorial. Ya estaba preparando el terreno para pegar el salto final hacia su decadencia exitosa.

La que le permite rating y popularidad a cambio de prestigio. Recuperada su amistad con Ernesto Tenembaum, del grupo Clarín,  lo entrevistó  y ahí afirmó que en el conflicto entre el gobierno y Clarín, con la ley de medios audiovisuales de fondo, él,  fiscal y juez de la década del noventa, no podía menos que inclinarse, como siempre, por el más débil, que era Clarín. Ya estaba colocando la alfombra para su pirueta. El multiemprendimiento Clarín estaba contra las cuerdas y necesitaba un antídoto contra 6-7-8 y Víctor Hugo Morales.

El grupo hizo entonces su mejor jugada de los últimos años. Contrató a su denunciador para Radio Mitre, y conformó un seleccionado de soldados profesionales para la batalla, mejor preparado para abastecer de argumentos al público cooptado hasta ahora por Radio 10 y todo lo que sea antikirchnerismo.  Pero eso era sólo la puerta para otro escenario más impactante: Canal 13. El denunciador precoz de las tropelías del grupo, pasaba a integrar totalmente sus filas, sin explicaciones y cubriendo la agachada con insultos y descalificaciones a quienes lo ponían en evidencia. Ponía lo que quedaba de su antiguo prestigioso defecando definitivamente sobre su trayectoria.

Cuenta con un público predispuesto a aplaudir sus monólogos fracasados del Maipo, sus chistes fáciles de estudiante secundario, su reiteración, su inclaudicable prédica antipolítica, sus denuncias absolutamente en línea con los intereses del grupo económico contratante. Éste le pone todos sus impresionantes recursos a  su disposición, debilitando incluso uno de sus tesoros que es el noticiero.

Plagiario conocido del que pueden dar testimonio Pablo Sirven y los autores del libro “El hombre del camión” Emilia Delfino y Mario Martín, el escenario y el título del programa copia al tiempo que ironiza a la productora de 6-7-8. Si la productora  del programa emitido por canal 7,  responde a la sigla PPT ( Pensado para Televisión), el programa del converso es PPT ( Periodismo para Todos). El escenario cuenta con jóvenes que se ríen de las humoradas, mientras que en los cortes a diferencia de gente que haga la V de la victoria de 6-7-8, aparece el agresivo fuck-you, precisamente desde el medio que denuncia la crispación presidencial.

Tiene motivos el consumado saltimbanqui  para estar contento: le sonríe el rating, y en un rapto de ingenuidad mentiroso, no se explica por qué ahora tienen repercusiones sus denuncias en los medios hegemónicos a los que sirve, y consigue que antiguos enemigos de la  jerarquía de Clarín como Ricardo Kirschbaum, vengan al pie. Como director de Crítica había escrito: “ Es gracioso y patético verse corrido por izquierda por Clarín: que el diario que convivió e hizo grandes negocios con los militares (Papel Prensa, junto a La Nación), gerenciado por la señora que se sospecha apropiadora de hijos de desaparecidos, que implementa el terror como política laboral (no tiene, por ejemplo, comisión interna) sostenga en un artículo sin firma que Crítica “moderó últimamente su posición sobre Kirchner” es tan torpe que resulta cándido.

El diario que montó ilegalmente Radio Mitre, que obtuvo Canal 13 del menemismo y logró la fusión monopólica del cable con Kirchner nos acusa de falta de independencia. Clarín no soporta que no le tengan miedo. Me hubiera gustado, al menos, dar esta pelea con Roberto Noble, su creador, y no con su lobbista Héctor Magnetto y el genuflexo señor Kirschbaum, cada día más encorvado por decir que sí. Nada de lo que digan sobre nosotros cambiará la imagen que ustedes tienen al mirarse al espejo."
 Es ahí donde el periodista reciclado hoy trabaja, ejerciendo su “periodismo profesional e independiente.”

Dispara contra los periodistas de 6-7-8 a los que acusa de mercenarios, suponiendo que sólo lo hacen por dinero, siendo como todos saben que él es un periodista “amateur” que trabaja “ad honorem”. Los primeros no ocultan que defienden al gobierno y no posan de “independientes” como lo hace el fumador impenitente.

No me interesa buscar los motivos de los alineamientos, sino el reconocimiento que están alineados. Los primeros teniendo que atenuar u omitir los batracios que con frecuencia ofrece el gobierno, pero teniendo muchos hechos trascendentales que exponer y defender con orgullo. El ex director de Página 12, diario que  lo ignoró injustamente en su 25º aniversario, tiene que defender ahora causas innobles, negocios ensangrentados, que oportunamente él mismo denunció.

Sobreactuando como todo converso, la emprendió contra Victor Hugo Morales quien ignoró sus bajezas durante mucho tiempo. Hasta que lo atacó a través de un libro de dos periodistas uruguayos.

Más allá de acusaciones descontextualizadas, sus patrones, y él reducido ahora a ser un obediente fervoroso atacan al uruguayo no por lo que hizo o dejó de hacer hace más de tres décadas en el Uruguay, sino por lo que hace desde hace muchos años y fundamentalmente  desde en los últimos cuatro en la Argentina. Víctor Hugo podría dar vuelta la frase de aquella carta mencionada en Crítica, contra Clarín, ahora en referencia a su autor: “Nada de lo que digas sobre mí cambiará la imagen que tenés al mirarte al espejo."

Lanata lo hace nada menos que desde un lugar cómplice de la dictadura establishment-militar, que edulcoró notas sobre las campos de concentración, que en ese período su accionista emblemática realizó adopciones irregulares y su mentor operativo está acusado  por Lidia Papaleo de amenazarla a ella y a su hija para la entrega de Papel Prensa en contubernio con los esbirros del terrorismo de estado. En un ámbito donde no se admite la representación gremial. ¿ No sería un buen tema a tratar en Periodismo para Todos?  

El autor de estas líneas criticó sostenidamente a Víctor Hugo por sus posiciones durante el conflicto entre el gobierno y las patronales del campo. Era una diferencia ideológica y los señalamientos tenían intensidad porque dolía esa actitud del conductor de “La Mañana”, en contraste con lo que era dable esperar por  la trayectoria del notable relator deportivo. Toda Radio Continental se alineaba con la mesa de enlace, fiel a  su slogan “La radio que escucha el campo argentino”.

Desde nuestro programa radial “El Tren”, también señalamos algunas vacilaciones de Víctor Hugo al lanzarse la discusión de la ley de medios. Pero luego se autocríticó descarnadamente y en nuestro programa llegó a afirmar que “formó parte de una patrulla infernal” durante la 125, que la misma horda de la que formó parte,  ahora lo ataca cuando pasó a defender medidas del gobierno con las cuales coincide, desde el fútbol para todos a la estatización de las AFJP, desde la ley de medios audiovisuales a la que luego defendió con la capacidad argumentativa que lo caracteriza a la estatización del 51% de YPF, entre otras medidas.

Su lucha contra las prácticas y el monopolio del fútbol de Clarín es muy anterior a la presencia nacional de los Kirchner.  Víctor Hugo ha dado  una explicación política de su cambio que no tiene  correspondencia en el salto de vereda que ha dado Jorge Lanata, que flojo de argumentos reemplaza los mismos por un arsenal de adjetivaciones e insultos.
 Si alguien tiene dudas sobre quién es quién en este enfrentamiento, basta recordar las precisas declaraciones de Pablo Llonto, periodista y abogado vinculado a las causas de derechos humanos: “Si viene Victor Hugo a una asamblea de los trabajadores de prensa será abrazado y aplaudido y si lo hace Lanata será silbado y repudiado.” 

Por otro lado, la voz disonante de Morales en una radio en la mayor parte visceralmente antikirchnerista, sus problemas con los conductores que lo anteceden y lo continúan, revela la profundidad de sus convicciones.

El conductor de “Periodismo para Todos”, recoge sus apoyos, en cambio, en las vacas sagradas del periodismo, fuertemente deterioradas desde el debate que atraviesa al gremio. La línea editorial del programa de Canal 13 que centra el fuego en los políticos, es coherente al punto que incorpora la diatriba hasta en la publicidad del programa. “Pobres políticos no pueden descansar tranquilos, el sábado Jorge Lanata y el domingo Sebastian Borenstein” dice uno de ellos. 

El poder económico queda indemne y oculto. En otro afiche, bajo la fotografía de los ojos de Lanata, se lee: “ No somos kirchneristas, no somos macristas,…. somos periodistas .” 
 Es el mismo truco  que realizan los gestores de negocios, que posan de economistas neutrales  y que por eso proponen el oximoron de una economía aséptica sin “contaminación”  política.

Las contradicciones surcan la trayectoria reciente de Lanata  atravesada por un odio a flor de piel. Mientras se dispensan mutuos elogios con Samuel Gelblung, periodista símbolo de complicidad con la dictadura en el pase en Radio Mitre, es firmante de un manifiesto de pretendidos intelectuales donde se convierte en abogado de los kelpers. Ahí puede leerse “En honor de los tratados de derechos humanos incorporados a la Constitución de nuestro país en 1994, los habitantes de Malvinas deben ser reconocidos como sujeto de derecho.

Respetar su modo de vida, como expresa su primera cláusula transitoria, implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean.”
 Tiempo después escribió una carta a la Presidenta, por haber concurrido a los festejos de los 25 años de Página 12 y no haber salvado la omisión de la empresa al no recordarlo como fundador. La misma concluye: “Con el respeto que me impone su investidura, pero sin ningún respeto personal me despido.” Como puede apreciarse, Jorge Lanata, aquél periodista que fue referente durante mucho tiempo para muchos jóvenes que se iniciaban en la profesión, pide respeto para los kelpers, el mismo que no tiene para la presidenta de su país. 
   
Según el venezolano Modesto  Guerrero: “el lanatismo es la enfermedad infantil del periodismo”.
  La nata, eso que quedaba sobre la superficie láctea en épocas de leche sin pasteurización, es el remanente que aflora de aquel periodista que ahora padece de encopresis.       
NAC&POP

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